Fredy Pacini dormía desde 2014 en el interior de su taller en Monte San Savino, en la ciudad toscana de Arezzo. Habían intentado robarle 38 veces aunque sólo en cuatro ocasiones había denunciado a la Policía. El 27 de noviembre a las 4 de la madrugada dos ladrones irrumpieron en la nave. Pacini disparó e hirió de muerte a uno de ellos. Pocos días después del suceso el ministro de Interior, Matteo Salvini, visitó al comerciante para mostrarle su solidaridad. “Yo estoy con quien se defiende”, lanzó. La Fiscalía investiga ahora si Pacini actuó en legítima defensa. La hermana del fallecido, que tenía 29 años y era de origen moldavo, podría constituirse parte civil contra el empresario, que se enfrenta a una condena por homicidio involuntario.
Casos como el de Pacini, que en los últimos años han ocupado las crónicas italianas, han sido utilizados por la Liga para justificar uno de sus históricos caballos de batalla: la ley de legítima defensa. Esta semana el Parlamento dio luz verde a un proyecto de ley que autoriza el uso de armas de fuego frente a intrusos y reconoce que la defensa es “siempre” legítima, modificando la normativa introducida en 2006 por el Gobierno de Silvio Berlusconi, que ya contemplaba el derecho a la defensa siempre que fuera proporcional a la ofensa.
“Es difícil establecer la proporcionalidad entre la agresión perpetrada y la reacción que se produce. Si un desconocido entra en tu casa de noche ¿cómo sabes si lleva un cuchillo, una pistola o un cepillo de dientes?“, se pregunta el psiquiatra Alessandro Meluzzi, representante de la Asociación Nacional de Víctimas de Agresiones (UNAVI). “La ley es justa porque reconoce la legitimidad de las personas de poder defender su patrimonio y su propia vida”, asegura a EL MUNDO. Ex diputado de Forza Italia, Meluzzi defiende la normativa como respuesta al aumento de los delitos violentos en el país transalpino pero lo cierto es que los datos oficiales dicen exactamente lo contrario.
Italia es una de las naciones más seguras de la UE. Según el Instituto Nacional de Estadística (ISTAT) el número de homicidios y crímenes por arma de fuego descendió en los últimos 30 años: en 2017 se produjeron 368 casos frente a los 1916 que se registraron en 1991. Los robos en actividades comerciales también se han reducido a la mitad en los últimos diez años. Italia no ha sido nunca un país tan seguro como lo es ahora y sin embargo la percepción de desprotección y el miedo entre los ciudadanos parece aumentar.
Giorgio Beretta, analista del Observatorio Permanente sobre las Armas Ligeras (OPAL) de Brescia, considera que “no existe ningún indicador” que justifique la modificación de la leyy advierte que la normativa producirá “un aumento de homicidios con armas de fuego en el ámbito familiar”. “En Italia hoy es muy fácil obtener una licencia de armas, especialmente aquellas consideradas para uso deportivo. Pero la mayor parte de quienes solicitan este tipo de permiso no lo hacen para practicar un deporte sino para poder tener armas en casa”, sostiene. “No es casualidad que en Italia existan 580.000 licencias para uso deportivo mientras que los inscritos a asociaciones deportivas no superan los 200.000″, apunta.
En el último año las licencias aumentaron casi un 14% y se calcula que aproximadamente 4,5 millones de familias tienen un arma de fuego en casa. Para hacerse con una no han tenido que ir muy lejos. Italia es uno de los mayores productores del mundo, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI). La mayoría provienen de Galdone Val Tropia, en la provincia de Brescia. Un valle de apenas 60.000 habitantes donde se concentra la industria armamentística transalpina que lidera la histórica fábrica Beretta, exportadora del 70% de las armas de fuego ligeras de la UE y del 40% de las que se utilizan en el resto del mundo. El sector factura más de 7.000 millones de euros al año y representa casi el 0,5% del PIB italiano. Un mercado demasiado relevante para que la política no se interesara por él.
En febrero de 2018, un mes antes de que se celebraran elecciones generales, Salvini asistió a la Feria Internacional de las Armas de Vicenza, la más importante del país. Rodeado de pistolas y rifles de asalto se comprometió por escrito a “defender y garantizar los derechos de los poseedores de armas legales” con el Comitato 477, la principal asociación italiana. En el documento, el líder de la Liga “se empeñaba a afrontar algunas cuestiones como la legítima defensa o la transposición de la Directiva Europea 477”, explica a este periódico Giulio Magnani, presidente de esta asociación apoyada por unos 9.000 simpatizantes que, oficialmente, no se identifica con ningún partido pero que reconoce haberse reunido en privado con Salvini en varias ocasiones.
Magnani sostiene que su organización no recibe dinero de los fabricantes a pesar de que la Asociación Nacional de Productores de Armas y Munición (ANPAM) invita a sus socios a formar parte de ella y la filial italiana de la multinacional Brownells, cuyo administrador delegado es el presidente de la Asociación Norteamericana del Rifle (NRA), se anunciaba en su antigua página corporativa. “La asociación está financiada exclusivamente por ciudadanos y no por empresas o productores”, insiste. El Comité 477, que hace unas semanas cambió su nombre por Unión de Armeros Italianos (UNARMI), representa en Italia a la potente y extremista Firearms United, con sede en Polonia, que aspira a crear una NRA en Europa.
“Desde hace años el mercado de las armas de caza está en fuerte crisis y para encontrar nuevos compradores, las empresas productoras de armas han apoyado a asociaciones cuyo objetivo es introducir en Italia el llamado ‘derecho a las armas'”, explica Giorgio Beretta. Un matrimonio de conveniencia del que “Salvini se ha hecho promotor” porque “conoce la capacidad de estas asociaciones y de los productores de movilizar el voto de esa parte del electorado que pide normas menos restrictivas”.